En muchas sociedades africanas, los ritos de paso marcan simbólicamente la transición de la infancia a la edad adulta. Entre los Sénoufos de Costa de Marfil, esta transición está encarnada por el Poro, una institución iniciática que marca el ritmo de la vida comunitaria y forja la identidad de los jóvenes varones.
El Poro es mucho más que un simple rito. Es una escuela de vida, un espacio sagrado donde se transmiten los saberes, los valores y las responsabilidades de la sociedad sénoufo. La iniciación dura varios años y se desarrolla en un bosque sagrado, apartado de la aldea. Los adolescentes aprenden allí la disciplina, el autocontrol, el respeto a los ancianos, la historia de los antepasados, las técnicas agrícolas, las danzas tradicionales y los secretos espirituales de su comunidad.
La entrada en el Poro suele ir acompañada de un período de retiro del joven iniciado. Abandona el mundo de la infancia para enfrentar pruebas simbólicas, a veces físicas, destinadas a endurecerlo. Este proceso de iniciación se realiza en grupo, fomentando la solidaridad entre iguales y creando lazos duraderos entre los miembros de una misma generación.
Al término del Poro, el joven es reconocido como un hombre de pleno derecho. Obtiene un nuevo estatus social y puede participar en las decisiones importantes de la comunidad. Este rito marca, por tanto, una ruptura pero también una integración: separa al adolescente de su antigua condición, al tiempo que lo inserta plenamente en la vida adulta y en el orden social.
Hoy en día, aunque algunos aspectos del Poro han sido adaptados o reducidos ante la modernidad, el rito sigue vivo en varias regiones del norte de Costa de Marfil. Constituye un pilar de la cultura sénoufo y un dique frente a la erosión de las tradiciones. Recuerda que, para crecer, no basta con avanzar en edad: es necesario también superar las etapas del aprendizaje, de la transmisión y del compromiso con la comunidad.