
El estadio olímpico de Tokio fue testigo de una hazaña que ya forma parte de la memoria colectiva del deporte africano. El equipo masculino de 4×400 metros de Botsuana conquistó el oro mundial y derribó un muro simbólico: hasta ahora, ninguna selección africana había logrado reinar en esa prueba.
La final se disputó bajo un cielo encapotado y una pista empapada, condiciones que añadieron dramatismo a una carrera de infarto. Pese a la presión, el relevo botsuano mostró una serenidad extraordinaria y gestionó con maestría cada entrega de testigo.
El último tramo resultó decisivo. Collen Kebinatshipi, que venía de proclamarse campeón en los 400 metros individuales, imprimió un cambio de ritmo que inclinó la balanza en los metros finales. Su empuje convirtió la expectativa en certeza y selló la victoria más resonante de la delegación africana en este campeonato.
La gesta encendió celebraciones multitudinarias en Gaborone y otras ciudades del país, donde miles siguieron la carrera en directo. El triunfo es visto como una reivindicación del potencial atlético africano, capaz de desafiar el dominio histórico de potencias consolidadas.
Más allá de la medalla, el éxito abre una etapa de nuevas ambiciones para Botsuana. Sus velocistas han demostrado que el talento, acompañado de disciplina y confianza, puede escribir páginas inesperadas en la historia del atletismo mundial.
Fuente: afrosportnow.com; watchathletics.com