La reciente oleada de goles de Estado en África Subsahariana, denominada el “centurión de goles” (coup belt), plantea la cuestión crucial: ¿necesitan otros países del continente golpes para cambiar los paradigmas de gobernanza? EL análisis sugiere que, si bien los golpes son síntomas de profundas fallas en el contratos social, reflejando frustraciones con la corrupción, la inseguridad y la desigualdad, estos no son el medio necesario, ni eficaz, para una transformación estructural.
Los golpes no son proyectos de desarrollo, sino una expresión violenta del fracaso de los regímenes civiles para ofrecer justicia y dignidad. Cuando las instituciones democráticas se convierten en meras fachadas para el clientelismo y la gobernanza impopular, el poder militar ocupa la brecha bajo el discurso de “salvación nacional”. Esta ruptura puede interrumpir el statu quo corrupto, pero la historia africana demuestra que es un atajo ambiguo – las juntas prometen soberanía y renovación, pero a menudo reemplazan a las élites civiles por élites uniformadas, manteniendo intactas las estructuras de exclusión y desigualdad.
La ambigüedad reside en el dilema ético y pragmático: ¿vale la pena intercambiar un sistema corrupto por un orden autoritario que promete eficiencia y soberanía, aun sabiendo que la eficiencia y la justicia no son sinónimos? Analíticamente, los militares carecen de las herramientas institucionales para gestionar economías complejas, reparar desigualdad estructurales o sostener los derechos civiles. Los estudios indican impactos económicos negativos y ganancias políticas efímeras.
Geopolíticamente, los golpes reordenan alianzas, atrayendo nuevos socios e instrumentalizando el sentimiento antioccidental, como se ja visto en las antiguas colonias francesas. Sin embargo, esta reconfiguración estratégica, que puede fortaleces la autonomía simbólica del Estado, corre el riesgo de empobrecer su autonomía social y económica.
En última instancia, el golpe es un remedio peor que la enfermedad. Elimina gobiernos impopulares, pero no ofrece una cura para las causas profundas de la crisis africana. El verdadero cambio de paradigmas y la sostenibilidad política no nacerán de los cuarteles, sino de la reconstrucción paciente de instituciones sólidas, de la ética política y de una participación ciudadana que exija y construya un modelo de gobernanza que una libertad y justicia social.
