Durante la última década, Rusia ha intensificado su presencia en África, guiada más por la necesidad estratégica de compensar su aislamiento internacional tras la anexión de Crimea y la invasión de Ucrania, que por un interés genuino en el continente. El Kremlin ha desplegado una estrategia multifacética basada en la explotación de recursos naturales, el chantaje energético, la manipulación informativa y el respaldo a regímenes militares, presentándose como el heredero de la cooperación soviética con África.
Con la pérdida de influencia en Europa, Moscú recurrió a oligarcas y empresas estatales como Gazprom, Rosatom o Alrosa para conquistar mercados africanos, con resultados limitados debido a la competencia de potencias como China, Francia o Estados Unidos.
Una de las principales herramientas ha sido la energía nuclear, que garantiza a Rusia control tecnológico y político a largo plazo. Sin embargo, salvo Egipto, pocos de los acuerdos firmados se han materializado.
En paralelo, el Kremlin ha replicado en África sus métodos de manipulación digital y desinformación, ensayados inicialmente en Ucrania. Organizaciones como AFRIC o la red del Grupo Wagner han operado para influir en procesos electorales y respaldar gobiernos militares afines, como el de la República Centroafricana o los del Sahel. Esta cooperación, además de aumentar la influencia en la región, dará al Kremlin acceso a minerales con reservas potencialmente enormes de oro, uranio y otros recursos naturales valiosos, según el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW).
A pesar del discurso oficial ruso de “no colonialismo”, Moscú ha reactivado estructuras heredadas del bloque soviético, como centros culturales o redes de antiguos becarios formados en la URSS, muchos hoy en puestos de poder. La narrativa rusa se apoya en la lucha histórica contra el apartheid, ocultando tanto su propio pasado colonial como el papel relevante de Ucrania en el apoyo a movimientos de liberación africanos.
Ucrania, por su parte, ha reaccionado tardíamente al avance ruso en África. Desde 2022 ha empezado a construir una política africana autónoma, con nuevas embajadas, estrategias de comunicación y diplomacia presidencial. También ha contado con el apoyo de su diáspora, especialmente activa en Sudáfrica, Egipto o Túnez, lo que ha provocado campañas de difamación promovidas desde círculos próximos al Kremlin.
En 2023, líderes africanos emprendieron una histórica misión de paz a Kiev y Moscú, en un intento por asumir un papel más activo en la resolución del conflicto. A pesar de las dificultades, la cooperación entre Ucrania y África va ganando espacio gracias a intereses compartidos en seguridad regional, justicia internacional y derechos humanos.

Fuente: ukrainianworldcongress.org | Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW)