En Burkina Faso, la represión contra los artistas comprometidos ha resurgido con fuerza. El reggaeman Almamy KJ, con su tema Tais-toi, ha denunciado la militarización del país bajo el mando del capitán Ibrahim Traoré, los abusos del ejército y las desapariciones forzadas, lo que ha llevado a que su canción sea vetada de radios y televisiones nacionales, obligándolo al exilio tras un intento de secuestro. Como otros antes que él, su voz resiste en internet, demostrando que el arte comprometido sigue abriéndose paso incluso bajo las peores presiones.
Esta situación no es nueva en África. Desde las independencias, los músicos han sido objetores de conciencia, denunciando con sus letras las injusticias sociales y políticas. Figuras como Sams’K Le Jah, Smockey o el histórico Sandwidi Pierre han usado la música como arma contra la corrupción, la represión o los abusos de poder. La censura, ya venga del Estado o de grupos armados, no ha logrado acallar del todo a estos artistas que, como Almamy KJ, convierten el micrófono en un espejo de la sociedad y en una forma de resistencia.
Fuente: afriquexxi.info