“¿Por qué se desplazan las mujeres?”
No quieren ser víctimas de violencia doméstica, de matrimonios forzados o de mutilaciones genitales femeninas; esto es cierto.
Las mujeres migran porque desean poder vivir su orientación sexual o su identidad de género con libertad; esto también es cierto.
Sin embargo, es importante ir más allá de esa mirada paternalista según la cual las mujeres huyen únicamente de países patriarcales tradicionales. Ciertamente, esas realidades existen, pero las mujeres también migran porque desean emprender, estudiar, trabajar o, simplemente, ser libres. Viajan porque, jóvenes y conectadas con el resto del mundo, aspiran a distintas metas.
“¿Son realmente más numerosas que antes las mujeres que migran?”
Si la migración siempre ha formado parte de la humanidad y las mujeres representan la mitad de la población mundial, ¿podemos todavía sorprendernos de su presencia en las rutas migratorias?
Ya en los años sesenta, las mujeres representaban cerca de la mitad de la población migrante mundial. Hoy en día siguen constituyendo aproximadamente el 48 % de los flujos migratorios a escala global. Por lo tanto, no se trata de un fenómeno nuevo. Lo que sí es nuevo es su visibilidad. Lo que sí es nuevo es su lugar en los medios de comunicación.
Si durante mucho tiempo los gobiernos occidentales lograron hacerlas invisibles, hoy, con la evolución de los medios de comunicación y las redes sociales, esto se ha vuelto más difícil, incluso imposible. La compasión y el sentimiento de protección que despiertan las mujeres —especialmente las jóvenes, las embarazadas o las madres— en el imaginario colectivo no permiten legitimar políticas migratorias represivas y discriminatorias.
En cambio, el uso de imágenes —a veces manipuladas— de hombres escalando vallas o desembarcando en masa en zonas fronterizas contribuye más fácilmente a alimentar los sentimientos de miedo y desconfianza en las poblaciones de los países de destino.
Esto explica, en parte, por qué las mujeres han estado a menudo ausentes de los medios de comunicación y de los debates políticos.
Por tanto, lo que está cambiando no es tanto el número de mujeres migrantes como sus perfiles, sus motivaciones, sus itinerarios y, sobre todo, su visibilidad.
“¿Por qué las mujeres africanas tienen más dificultades para integrarse en las sociedades de destino que las mujeres migrantes europeas?”
Los prejuicios machistas y paternalistas existen y persisten en los países de acogida.
Y uno de ellos —quizá de los más insidiosos— se basa en la idea de que las jóvenes que abandonan el continente africano son víctimas o personas irresponsables e inconscientes, pues se espera de ellas que protejan a su comunidad en su tierra de origen.
Por el contrario, las jóvenes occidentales que migran son percibidas como valientes y autónomas; su desplazamiento se convierte así en sinónimo de empoderamiento.
En un caso, la movilidad suscita consternación y lástima en la opinión pública; en el otro, admiración y aliento.