
En 2012, mientras grupos armados ocupaban el norte de Malí, Abdel Kader Haidara tomó la decisión de proteger el legado intelectual de Timbuctú. Como bibliotecario y estudioso, sabía que los antiguos manuscritos corrían un riesgo mortal.
Haidara organizó en secreto a un grupo de voluntarios que escondió los textos en baúles metálicos y los trasladó a lugares seguros. Usaron coches, embarcaciones e incluso burros para burlar a los milicianos.
Antes de que los extremistas comenzaran a destruir bibliotecas, casi 400.000 manuscritos ya habían sido reubicados en Bamako, la capital de Malí. Cada traslado requería estrategia, paciencia y un alto riesgo personal.
Los documentos abarcan siglos de conocimiento: tratados de astronomía, matemáticas, derecho, filosofía y espiritualidad. Gracias a su labor, más del 95 % de este patrimonio se salvó, garantizando su transmisión a futuras generaciones.
El trabajo de Haidara no solo preserva textos antiguos, sino que refleja la importancia de la memoria cultural frente a la violencia. Su estrategia combinó discreción, coraje y organización comunitaria.
Hoy, el legado de Haidara inspira a conservadores, bibliotecarios y activistas de todo el mundo. Su historia demuestra que proteger la cultura es un acto de resistencia que trasciende fronteras y generaciones.
Fuente: smithsonianmag.com; ava360.com