
En una aldea rural de Kenia, Harrison Wahome, maestro y padre de familia, decidió que sus cuatro hijas merecían una educación, pese a las limitaciones sociales y económicas. Con un salario modesto y sin recursos suficientes, la pareja hipotecaba esfuerzos y afrontaba viajes constantes para pagar matrículas. Rechazaron alimentos para priorizar la escuela.
En una zona donde la novia era preparada para casarse, Harrison afirmaba que “el valor de una niña no está en su dote, sino en su diploma”. Su convicción se sustentaba en que el conocimiento debía primar. Las presiones sociales y económicas no detuvieron su empeño. Incluso negociaban con escuelas para mantener a las niñas matriculadas, con su orgullo herido pero sin renunciar.
Fruto de este sacrificio, sus hijas alcanzaron títulos profesionales. Faith es consejera de salud pública, Kalekye trabaja en una ONG sanitaria, y Kavuu ejerce como enfermera.
Hoy la familia es ejemplo de lucha y esperanza. Harrison demuestra que un padre puede romper tradiciones y abrir caminos educativos a las niñas de su comunidad.
Fuente: tuko.co.ke; nation.africa