
La historia reciente de la isla de San Vicente, en Cabo Verde, tiene ya una fecha trágica difícil de olvidar. En apenas unas horas, lluvias torrenciales arrasaron viviendas, vehículos y carreteras, dejando un saldo provisional de seis víctimas mortales y una comunidad golpeada por la pérdida y la devastación. Más allá del desastre natural, la tragedia expuso la fragilidad de unas infraestructuras incapaces de responder a fenómenos climáticos cada vez más extremos.
Kimzé Brito, un destacado periodista caboverdiano, ha publicado una reflexión que trasciende la crónica de los hechos. En ella, analiza las causas profundas de la catástrofe y propone medidas para que la reconstrucción no sea un simple retorno a la vulnerabilidad, sino un compromiso real con la resiliencia y la seguridad de la población. A continuación, reproducimos íntegramente su artículo, traducido al español.
San Vicente: Es hora de cortar el mal de raíz
La madrugada del 11 de agosto quedará marcada en la historia reciente de San Vicente como uno de los momentos más trágicos que la isla ha vivido. Lluvias torrenciales, caídas en pocas horas, arrastraron todo a su paso: casas, coches, carreteras y, trágicamente, vidas humanas. Fue la fuerza bruta de la naturaleza mostrando, una vez más, que la vulnerabilidad urbana cuesta caro y, demasiadas veces, cuesta vidas. Esta tragedia no es solo resultado de la intensidad de la precipitación. Es también consecuencia de una planificación urbana insuficiente, de infraestructuras frágiles y de sistemas de drenaje incapaces de hacer frente a fenómenos climáticos extremos. Con el cambio climático haciendo que eventos como este sean más frecuentes e imprevisibles, la pregunta que se impone es sencilla: ¿vamos a reconstruir para repetir el error o vamos a reconstruir para resistir?
Soluciones estructurales: cortar el mal de raíz
Ninguna medida será infalible, pero algunas pueden reducir de forma significativa el impacto de eventos extremos:
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Sistema moderno de drenaje pluvial
• Redes subterráneas capaces de evacuar rápidamente grandes volúmenes de agua, con canales, sumideros y depósitos de retención.
• Mantenimiento regular y limpieza de las bocas de tormenta, evitando atascos que agraven las inundaciones. -
Reordenamiento urbano y gestión de zonas de riesgo
• Mapeo de áreas propensas a inundaciones y desocupación progresiva de las zonas más críticas.
• Prohibición de nuevas construcciones en corredores naturales de escorrentía de agua. -
Obras de contención y retención
• Muros de contención y taludes reforzados en laderas vulnerables.
• Cuencas de retención y canales de desvío para desacelerar el flujo de agua antes de alcanzar zonas habitadas. -
Sistemas de alerta y educación comunitaria
• Instalación de sensores meteorológicos y pluviómetros que permitan emitir avisos rápidos a la población.
• Campañas de sensibilización sobre seguridad, evacuación y prevención en situaciones de lluvias extremas.
Reconstrucción con visión de futuro
La reconstrucción no puede limitarse a reponer lo que existía antes. Es necesario transformar esta tragedia en una oportunidad histórica para rediseñar la ciudad de manera segura y sostenible. El Ayuntamiento, el Gobierno, ingenieros, urbanistas, universidades y la población deben unir esfuerzos y planificar la ciudad para las próximas décadas, basándose en la ciencia, la ingeniería y la participación ciudadana.
Conclusión: un compromiso con la vida
Con la madre naturaleza no se juega. Pero con inteligencia, planificación y voluntad política podemos transformar la vulnerabilidad en resiliencia.
En esta hora difícil, expreso mi más profunda solidaridad a las familias que han perdido a sus seres queridos. Lamento profundamente las vidas segadas en esta fatídica madrugada. Que la memoria de esas víctimas sea honrada con una acción firme y responsable, para que esta tragedia se convierta en un hito en la construcción de un San Vicente más seguro, justo y preparado.
Fuente: mindelinsite.com