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África combate la desertificación con un cinturón de vida

Once países del Sahel impulsan desde hace casi dos décadas una ambiciosa iniciativa para frenar el avance del desierto mediante la restauración de tierras degradadas a lo largo de 8000 kilómetros.

En pleno contexto de emergencia climática y temperaturas extremas, África ofrece una respuesta tan monumental como esperanzadora: la Gran Muralla Verde, un proyecto que atraviesa el norte del continente desde el Atlántico hasta el mar Rojo, con el objetivo de frenar la desertificación y revitalizar la región del Sahel.

Impulsada en 2005 por los entonces presidentes de Nigeria y Senegal y respaldada posteriormente por la Unión Africana, la iniciativa abarca once países: Senegal, Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Etiopía, Eritrea y Yibuti. Lejos de tratarse únicamente de una reforestación masiva, la Gran Muralla Verde propone una restauración integral de ecosistemas degradados, adaptada a las condiciones de cada territorio.

“La amenaza no es el Sáhara, sino la degradación de las tierras del Sahel, que se encuentran justo al sur y que históricamente han sido productivas”, explica Jean-Marc Sinnassamy, del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM). Durante décadas, la desertificación tuvo efectos devastadores: pérdida de biodiversidad, desaparición de humedales, migración forzada y empobrecimiento de comunidades enteras.

A pesar de los avances —como la recuperación de millones de hectáreas en Níger y Senegal—, el proyecto enfrenta enormes desafíos. Se estima que serán necesarios 33.000 millones de dólares hasta 2030 para restaurar 100 millones de hectáreas, capturar 250 millones de toneladas de carbono y generar 10 millones de empleos verdes. En 2021, durante la cumbre One Planet, se anunciaron aportes por más de 14.000 millones.

Uno de los mayores aprendizajes ha sido desmontar mitos: no se trata de sembrar árboles sin más, sino de promover prácticas sostenibles y con fuerte arraigo comunitario. “Es posible restaurar suelos sin plantar ni un árbol, siempre que las comunidades locales se impliquen y lideren el proceso”, señala Sinnassamy.

Entre los pioneros en esta lucha destaca Yacouba Sawadogo, campesino burkinés conocido como el hombre que frenó el desierto, quien adaptó técnicas tradicionales de cultivo para recuperar tierras áridas. Su método permitió restaurar tres millones de hectáreas y le valió el Right Livelihood Award, considerado el «Nobel alternativo» de ecología.

Lejos de lo que se podría suponer, el crecimiento demográfico en algunas zonas del Sahel ha favorecido la regeneración del paisaje. Según el geógrafo Chris Reij, en Níger el aumento de la población ha incentivado a los agricultores a proteger árboles y suelos, regenerando cinco millones de hectáreas: “Ha sido la mayor transformación ecológica del continente”.

No obstante, la inseguridad, la inestabilidad política y el terrorismo siguen siendo grandes obstáculos para consolidar los logros. Aun así, los impulsores del proyecto no pierden el optimismo: “El 65 % de la población es menor de 25 años. Si se les da apoyo y formación, las nuevas generaciones —especialmente las mujeres, verdaderas guardianas de la resiliencia— pueden marcar el rumbo hacia un Sahel más verde y habitable”, concluye Sinnassamy.

Fuentes: lanacion.com.ar  |  @BBCNews 05/04/2025

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