Las recientes declaraciones de Donald Trump, en las que acusó sin fundamento al presidente sudafricano Cyril Ramaphosa de permitir un supuesto «genocidio blanco», han sido calificadas como un insulto no solo a Sudáfrica, sino a toda África. El expresidente estadounidense, en un encuentro con Ramaphosa en la Casa Blanca, mostró imágenes tergiversadas e hizo afirmaciones que ignoran deliberadamente siglos de colonización, apartheid y represión sistemática contra la población negra. Estas palabras, lejos de ser simples errores, son una forma de violencia simbólica que reescribe la historia y prolonga los efectos de las injusticias pasadas.
John Dramani Mahama, expresidente de Ghana, denuncia en un potente artículo que el uso del lenguaje como arma para distorsionar la memoria colectiva africana es una táctica antigua, pero aún peligrosa. Recordando episodios como la masacre de Sharpeville, el levantamiento de Soweto o la persistencia de enclaves segregacionistas como Orania, Mahama subraya que los pueblos africanos no han olvidado ni perdonado sin antes entender. En un continente donde la mitad de la población sudafricana nació después del apartheid, insinuar un genocidio inexistente no solo es falso: es una afrenta a las víctimas reales del racismo estructural.
Fuente: theguardian.com